La carboxiterapia consiste en la infiltración subcutánea de CO2 (dióxido de carbono) mediante finísimas agujas. Esto produce una acción vasodilatadora sobre la microcirculación que conlleva un aumento del flujo sanguíneo y por tanto la llegada de hemoglobina cargada de oxígeno y nutrientes a la zona tratada. Con todo esto activamos el metabolismo natural de las células en sus diferentes estratos.
El CO2 infiltrado continúa su acción durante 7 a 15 días. Sobre la segunda semana, los fibroblastos se transforman en miofibroblastos, que se contraen aumentando la síntesis de colágeno y se produce la retracción de la piel que alcanzará su máximo esplendor aproximadamente un mes después de la sesión administrada.
Toda esta oxigenación celular estimula la formación de colágeno y elastina fundamentales para que la piel tenga un aspecto terso y suave.
Es ideal para retardar los signos del envejecimiento en cara, papada, cuello y escote. Aunque beneficia especialmente a las pieles maduras, también ayuda a prevenir el envejecimiento en pieles jóvenes. Por eso a partir de los 30 años su aplicación comienza a ser recomendable.
La carboxiterapia facial actúa como una reparación profunda y duradera que mejora de forma natural el aspecto de la piel.
También se distingue por su eficacia en el tratamiento de ojeras consiguendo que desaparezca el color azulado y oscuro al haber estimulado la red capilar de los párpados inferiores.
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